Toda una señora

Un comerciante fue conducido ante un tribunal de justicia, acusado por una señora de haberla llamado "puta". El comerciante preguntó al juez, que lo declaró culpable:
—¿Entonces no me está permitido llamar "puta" a la señora?
—Así es —asintió el magistrado.
—Bueno... ¿y podría llamar "señora" a una puta?
—Por supuesto que sí.
Y volviéndose acto seguido a su acusadora, dijo el comerciante.
—Muy buenos días, señora.

—g.m.c.

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