Dos somos muchos

Un león joven, que habían mandado al parque zoológico de cierta población pequeña, se sentía muy superior al viejo felino de la jaula vecina, que se pasaba el día entero echado y sin hacer nada. "Eso es indigno de un león", pensaba el joven para su capote. Así que se puso a pasearse de un extremo al otro, a rugir y a arañar los barrotes. Al llegar la hora de la comida, el leonero le echó al anciano rey de la selva un enorme trozo de carne cruda, mientras que al nuevo inquilino le dio sólo dos plátanos y un cartucho de maní. Éste se quejó a su compañero:
—¿Cómo es eso? A mí, que me esmero tanto en hacer el papel de león, me dan cualquier cosa, y a ti, que estás allí tumbado a la bartola, te premian con una opípara cena.
—Oye, muchacho —le dijo con gran tolerancia el león viejo—: éste es un pueblo pequeño y un parque zoológico muy modesto. No hay partida en el presupuesto para dos leones. A ti te trajeron aquí para que hicieras de mono.

— w. t.

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