UN SEÑOR estaba sentado en una butaca del teatro, en espera del inicio de la función. Varias personas le pidieron que les permitiera pasar para sentarse en la misma fila, y él se puso de pie para facilitarles el acceso. Al pasar, una corpulenta mujer le pisó un pie. El hombre, adolorido, la increpó:
—¿Por qué no se fija usted en dónde pisa?
La fémina, encolerizada, le espetó:
—¿Por qué no pone el pie en donde debe estar?
—No me tiente. No me tiente a hacerlo, señora.
-J.D.




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