LA RECIÉN casada no se distinguía por sus cualidades de buena ama de casa. Esto era su preocupación constante, hasta que una tarde el marido entró en casa, y desde el fondo del vestíbulo gritó, no sin contrariedad: "Mi amor, ¿qué has hecho con el polvo de esta mesa ? Tenía yo un número de teléfono escrito allí".
0 comentarios:
Publicar un comentario